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¿Y cómo lo hace?

César Sánchez Lucero

Publicado: 2018-04-07

Si alguien como el congresista fujimorista Moisés Mamani, sin estudios y de tal calaña ética y moral, tiene tanto dinero (ha declarado un patrimonio de 6 millones de soles), no significa que cualquiera puede ser un buen empresario; significa que en el Perú la riqueza no es producto de la formación técnico-profesional o la decencia, y que se puede ser exitoso por "otros medios" (firmó contratos con el Estado por más de S/. 29 millones, en solo cuatro años, según el portal Ojo Público). 

Para detectar este tipo de casos podríamos usar la siguiente fórmula: calcula la riqueza de una persona en función de sus conocimientos y valores; a más dinero, debería ser mucho más entendida en los fenómenos y procesos de su campo, y tener una moral y ética incuestionables, de lo contrario, duda de la legalidad de su patrimonio. El ejemplo perfecto sería César Acuña, que es prepotente e intratable y ni siquiera puede definir qué es la ingeniería química, pero es uno de los hombres más acaudalados del país; su riqueza es directamente proporcional al número denuncias en su contra. 

Pero no hace falta ir tan lejos. En cada círculo social existe alguien que tiene mucho dinero y es el más malcriado e iletrado de todos, y uno se pregunta: "¿Y cómo lo hace? ¿Cuál es el negocio?". Cuando la corrupción disminuya producto de serias políticas públicas, estas situaciones se irán autorregulando y se premiará el talento, la pasión y la integridad. No habrá forma de sobornar, estafar o abusar de los demás para "alcanzar el éxito", como dicen los libros de autoayuda que algunas "universidades" obligan a leer.

(Artículo publicado en la columna República Kafkiana del Diario Correo de Chimbote el viernes 29 de marzo de 2018)

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Escrito por

César Alberto Sánchez Lucero

Lima, 1985. Escritor y gestor cultural, egresado del Programa de Gobernabilidad y Gerencia Política (PUPC), director de Cola de Lagartija.


Publicado en

República Kafkiana

Espacio dedicado a los absurdos reales que superan la ficción