Neoesclavitud
César Sánchez Lucero
En Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Franco Berardi nos interpela: “¿Qué cosa es la riqueza? ¿Riqueza significa quizás acumulación de cosas, apropiación de valor financiero, poder adquisitivo? Es precisamente gracias al sometimiento económico, a la producción de carencia y de necesidad que el capital vuelve esclavo nuestro tiempo y transforma nuestra vida en una mierda”. ¿No es así la vida para millones de peruanos que viven esclavizados por patrones sin rostro que determinan sus modos de ser, de hacer, de sentir? Esa idea malsana de riqueza de la que habla Berardi es la que fija las condiciones laborales en nuestro país, y a nadie le importa si los “trabajadores” mueren (literalmente) de hambre o de frío, mientras produzcan. Si no des/fallecen más personas es porque los dioses deben ser peruanos.
No hace falta recordar el “boom de la pesca” en Chimbote ni abrir los sótanos de Gamarra hoy en día para entender que la riqueza de este país/asesino y de unos cuantos empresarios/delincuentes se ha hecho y sostenido mediante la neoesclavitud y la corrupción. La única diferencia entre los empleadores del sector público y del privado es que unos nos explotan en oficinas y los otros en contenedores. ¡Hasta los inspectores laborales trabajan en condiciones informales! Pero lo más perverso es la amnesia criminal de nuestras autoridades: ¿no murieron hace casi 16 años en Mesa Redonda, en las mismas condiciones de neoesclavitud, más de 400 peruanos encerrados? ¿Qué hicieron desde entonces? Cambiar de puerta y volverle a poner candado a la realidad.
(Artículo publicado en la columna República Kafkiana del Diario Correo de Chimbote el domingo 25 de junio del 2017)
