Otro intento anticorrupción
A propósito de la reunión convocada por la Comisión Presidencial de Integridad
La corrupción no es un hecho ético-individual. La corrupción es un fenómeno sociocultural que se desarrolla en una red de intereses y voluntades. Su estudio, por lo tanto, no debe ceñirse al campo jurídico-penal. Lamentablemente esta continúa siendo la perspectiva de la sociedad civil norteña, que el último jueves se reunió en Trujillo para brindar propuestas de lucha contra la corrupción “recogidas” por la Comisión Presidencial de Integridad.
Lo vivido en el Hotel Libertador fue una catarsis de hechos escalofriantes y denuncias alarmantes, la mayoría consabidas por la opinión pública. No obstante, la idea de que la “gran corrupción” es aquella que le cuesta más al Estado es preocupantemente reduccionista; la “gran corrupción” es aquella que determina las dinámicas sociales, evitando que los ciudadanos sean sujetos de derechos y deberes. Vivir “aceitando” a unos y otros para acceder a bienes y/o servicios públicos (e incluso privados) no es vivible. Por qué, cuándo y cómo funciona este otro Perú, paralelo y perverso. Para entender eso es imprescindible un trabajo multidisciplinario desde las ciencias sociales.
Si el gobierno tiene la seria intención de reducir los índices de corrupción debe desatar una “guerra asimétrica” basada en modificar los contextos (meta-físicos) en los cuales esta se desarrolla, construir confianza institucional, desburocratizar el sistema tecnológicamente, invertir en educación y cultura, tratar la salud mental, etcétera, y todo eso se hace con presupuestos, creatividad y voluntad política, no expiando culpas a granel en un par de horas.
(Publicado originalmente en la columna República Kafkiana del Diario Correo de Chimbote. Domingo 20 de noviembre del 2016)