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Hotel chimú (chimbote) hace más de medio siglo

Deconstruyendo "A Chimbote"

A propósito de la canción de Los Rumbaney's, emblemático conjunto de música tropical chimbotano, este fragmento publicado hace tres años

Publicado: 2015-05-20

Si nos mirásemos en el espejo interior de nuestra propia historia, uno de los primeros y más íntimos reflejos sería musical. Hemos crecido acunados por ritmos tropicales que este puerto alucinado y fértil ha cultivado y cuyo himno “A Chimbote”, de los inmortales Rumbaney’s, describe los principales símbolos de aquella Época de Oro chimbotana que estructuró nuestro inconsciente social. El autor de la letra y música de “A Chimbote”, Daniel Cortez Belupú, el viernes 16 de marzo de 2012 fue declarado Patrimonio Cultural Vivo de Áncash, título que otorga el Ministerio Regional de Cultura, máximo honor entregado al mérito de haberse convertido en “bien artístico de interés regional” que Áncash preserva y protege para que sea objeto de estudio y fuente de experiencias emocionales para las generaciones venideras.

Daniel Cortez Belupú perpetró –parcialmente– “A Chimbote” en medio del éxtasis, de una epifanía; soñaba en la vigilia mientras veía triunfar al José Gálvez FBC en el estadio Lolo Fernández de Lima el 13 de abril de 1971; la clasificación definitiva de su equipo a la final de la Copa Perú al derrotar a Los Diablos Rojos de Chiclín con gol de Alejandro “Casareto” Luces. Los integrantes de los Rumbaney’s que estaban en el estadio, habían inmigrado a la capital pues poco más de un año antes, el 31 de marzo de 1970, un terremoto inmisericorde había dejado casi 3 mil muertos locales que tiñeron la franja galvista, con un saldo definitivo en toda la región de más de 80 mil muertos y 20 mil desaparecidos. Cortez Belupú deberá recordar este viernes, más de 40 años después, lo que sintió al sellar aquel tema con el último estribillo “José Gálvez es campeón”, pues fue el 8 de mayo de 1971, que José Gálvez FBC, con gol, otra vez, de Alejandro “Casareto” Luces, abraza por primera vez el fútbol profesional.

Si tuviéramos que reescribir “A Chimbote”, ¿cuáles serían los símbolos de la cultura chimbotana contemporánea casi medio siglo después? ¿Qué quedó de aquellos triunfos que Daniel Cortéz Belupú plasmó en completa revelación divina para cantarle a Chimbote? Los Rumbaney’s no tuvieron descendientes musicales, el Vóley jamás volvió a brillar y el José Gálvez FBC atraviesa la peor crisis de su historia de la mano del fútbol peruano. Chimbote, otrora Primer Puerto Pesquero del Mundo, terminó de depredar sus principales especies y lo que antes no comían ni los gatos, hoy se declara en veda. Perdimos la “Bahía sin igual” en la batalla contra la contaminación generada por la producción ingente de conservas y harina de pescado. ¿A qué le cantamos ahora?

De buena fe y augurando un futuro promisorio, Los Rumbaney’s interpretan por primera vez “A Chimbote” el miércoles 12 de mayo de 1971 en plena Plaza de Armas, atiborrada de galvistas y chimbotanos, 4 días después de que el gol de Casaretto le valiera a La Franja el salvoconducto al descentralizado profesional. Lucho “¡Oyemé!” Oliva entona, orgulloso y emocionado, con voz nasal y anacobera (nacionalizada cubana para el género y la ocasión), “A Chimbote tierra bella, hoy te canto para ti…”; no obstante, un día antes el tumbador Erasmo “Chalo” González, era quien grababa la canción ya que Oliva, hacía sonar la efe como jota. Aquella noche se volantearon 500 discos de 45 RPM, que el director de la orquesta, Daniel Cortez Belupú tuvo que adquirir para asegurar la preventa, pues Alberto Maraví, dueño del mítico sello discográfico INFOPESA, arrochó al principio la grabación del tema.

La primera vez que escuché “A Chimbote”, no escuché la letra. Mi padre me había llevado al estadio Manuel Gómez Arellano para ver jugar al Gálvez y la canción la interpretaba una banda rítmica. Ni los bocinazos, ni las arengas y ni siquiera la causa de caballa encebollada con su yuquita sancochada me desconcentraron de aquel sonido. De ese día de hace como muchos años, además de lo mencionado, recuerdo, con claridad, el color rojo, los aplausos y el olor de las cocadas; no recuerdo al equipo contendor; sí que se odiaban. Regresé a casa conmovido por la ejecución instrumental de aquellos chancalatas que hinchaban sin parar. Tocaron la misma canción los 90 minutos (más descuentos) que duró el partido. Durante los siguientes días tamborilié mesas, muebles, ventanas con lapiceros, reglas, cucharas por la calle, en el colegio, la casa aguantando manazos, cocachos, gritadas.

Daniel Cortez Belupú, no hay duda, tiene una concepción sociológica de la Cultura. Cuando resuelve cantarle a Chimbote, escoge los asuntos que sabía eran los que cohesionaban la sociedad de entonces. En cuestión de segundos cartografió el imaginario colectivo de la época. La parihuela de la que hablaba Arguedas en El zorro de arriba y el zorro de abajo, bullía; la efervescencia sindical de pescadores y siderúrgicos era moneda corriente en la década del sesenta. Arguedas se preguntaba qué saldría de esa parihuela, de esa vorágine de cosmovisiones, de ideologías, anhelos, expectativas, de esa masa informe cuyo devenir sería nuestra “identidad chimbotana”. Belupú puso en verso aquella realidad local y concibió un estribillo que décadas más tarde no hemos logrado superar: “En música Los Rumbaney’s, en vóley la Selección, en fútbol el José Gálvez, ¡José Gálvez es campeón!”.

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Escrito por

César Alberto Sánchez Lucero

Lima, 1985. Escritor y gestor cultural, egresado del Programa de Gobernabilidad y Gerencia Política (PUPC), director de Cola de Lagartija.


Publicado en

República Kafkiana

Espacio dedicado a los absurdos reales que superan la ficción